¿Volver a la vida laboral de antes, es posible?

“La fe nunca entra en conflicto porque no es excluyente. Y si lo hizo no era fe, era una creencia”. La vida ha cambiado en todos los aspectos desde aquel 20 de marzo del 2020 a hoy. Prioridades, afectos, costumbres y el propio desarrollo laboral se han visto atravesados por todo lo que la pandemia generó en cada uno de nosotros de manera individual y como miembros de una sociedad. Desde que los casos de Covid menguaron, las vacunas progresaron, la vida comenzó a parecerse a aquella que sabíamos tener. ¿Sólo a parecerse?
Sofia Stamateas es Magister en Comunicación Corporativa e Institucional por la Universidad del Salvador, Licenciada en Relaciones Publicas e Institucionales por la Universidad Argentina de la Empresa, tiene un Posgrado en Liderazgo Organizacional y Programación Neurolingüística por la Universidad de Belgrano y es Coach Profesional certificada por la International Coaching Federation y escribió “Creo en Mí” de Editorial Galerna, donde ofrece ideas y propuestas genuinas y se atreve a dar sugerencias para animar a los lectores a llevar adelante un estilo de vida basado en convicciones y valores sólidos que les permitan sobrellevar las adversidades y no doblegarse ante los problemas.
Como conferencista, se dedica a brindar charlas y capacitaciones a diferentes empresas y organizaciones en materia de comunicación para mejorar las relaciones interpersonales.
Por todos estos motivos que han expandido y confirmado su conocimiento, es que desde Style decidimos consultarla sobre la pregunta que da título a esta nota, no sin antes preguntarle, quizás como un reflejo de muchos y muchas, cómo se encuentra ella hoy: “Me siento muy cómoda y valorando más la presencialidad, no solo en el ámbito personal sino también en el laboral. Me siento modificada (para bien) porque ahora, tanto estar en casa como salir, lo hago con mayor disfrute y mayor conciencia”.
“Con respecto a las creencias no es que cambiaron sino que se afianzaron las que ya tenía: la importancia de las redes sociales y también de las redes de contención, de estar en contacto con nuestra gente querida, de valorar estar en la casa, valorar salir, la importancia de la salud en su concepto más holístico, etc.”, añadió.
-En general, ¿cómo ves que ha sido ese retorno, sobre todo a la vida laboral?
-Creo que recién ahora se está logrando el sano equilibrio. Recién ahora las organizaciones están adoptando un modelo de presencialidad híbrida y como emprendedores también somos más conscientes a la hora de armar agenda y permitir que haya espacios de la vida personal más resguardados.
– ¿Cuánto del disfrute, del autoconocimiento, se disparó en estos dos años y modificó los valores y prioridades, sobre todo en el aspecto productivo y profesional de cada uno?
-Creo que nos dimos cuenta qué herramientas del autoconocimiento que teníamos nos servían y con cuáles tocamos de oído o no nos eran funcionales. En este sentido, me parece que la pandemia vino a llevarse todo lo mal construído (o lo mal que construímos). No nos va a salvar nunca una frase que veamos en instagram: tiene que ver con un cambio de mentalidad y de conductas y se tiene que dar de manera genuina. Pero sí es verdad que todo esto vino a poner nuestra escala de prioridades patas para arriba. Salud y familia vinieron a demostrarnos que no importa otra cosa si esas dos no están primero.
– ¿Hablar de volver a ser o estar como antes es posible?
– Después de una crisis de este tipo nunca podemos volver a ser igual. Hay que ser igual pero mejores.
– Como comunicadora ¿qué crees que justamente la comunicación facilitó y mejoró para este nuevo presente y en qué nos empantanó?
-Siempre dije que las redes sociales son una excelente herramienta muy mal usada. Mientras que pre pandemia nos alejaban de nuestros conocidos y nos acercaban a los desconocidos, durante la pandemia nos dieron el lujo de tener cerca a nuestros seres queridos cuando eso era imposible. De repente no nos parecía tan frío hacer una video llamada con nuestra abuela y no era bizarro hacer un cumpleaños por zoom. La clave no está solamente en amigarnos con las herramientas sino descubrir su funcionalidad. Yo puedo tener el mejor cuchillo del mundo, pero si estoy tomando sopa, no me sirve.
A nivel más coyuntural te diría que nos dimos cuenta la importancia de sacarse el traje técnico y comenzar a hablar el lenguaje de la gente. Toda la pandemia nos demandó como ciudadanos una comprensión de los sesgos de comportamiento y las formas de mitigarlos para poder hacerle frente al virus. Entonces necesitamos de especialistas y epidemiólogos que nos explicaran en lenguaje claro y conciso la importancia de lavarnos las manos, de usar tapabocas, de la distancia social, de desinfectar los alimentos, etc.
Con respecto a lo que empantana, no creo que sea la comunicación sino los comunicadores. La comunicación siempre viene a traer luz a los conflictos. Lo que no se solucione con un café de por medio, dudo que tenga solución.
– La confianza y la fe entraron en conflicto para muchos. ¿Cómo trabajarlas para que ese conflicto derive en posibilidad y no en una barrera imposible de saltar hoy?
-Tengo una buena noticia: la fe nunca entra en conflicto porque la fe no es excluyente. No es “fe o problemas”, “fe o miedo”, es “fe y problemas”, “fe y miedo”. En este sentido, si la fe entró en conflicto no era fe. Era una creencia que yo tenía. Y si me decepcionó o entré en conflicto más de la cuenta, más que yo tenga esa creencia, diría que la creencia me tenía a mí.
Las creencias nos van a decepcionar en el momento de crisis. Las creencias te limitan, la fe te expande. Las creencias son transitorias, la fe es eterna. Las creencias las sostengo yo, la fe me sostiene a mí.