“No hay que naturalizar el “me siento mal” y pensar que siempre será así. Por suerte la ciencia avanza y podemos hacer cosas para estar mejor”. La Dra. Lorena Keller es la responsable del área de Microbioma Humano de Laboratorios Fares Taie, es decir, voz autorizada para referirse a esos microorganismos albergados en las diferentes partes del cuerpo.
Uno de los más estudiados en los últimos tiempos es la microbiota intestinal, o “flora intestinal” como popularmente se le ha dicho: “Hay hay mucha más atención sobre los hábitos saludables. La gente busca bienestar para contrarrestar el estrés en el que vivimos, entonces comienza a leer, investigar un poco y allí es donde aparece esto de cuidar nuestra salud intestinal y la microbiota”.
“En el año 400 AC Hipócrates ya dijo que todas las enfermedades empiezan en el intestino. Pasaron muchísimos años y ahora la ciencia, de alguna manera, lo está comprobando. Cada vez encuentran más trabajos de investigación que relacionan estas bacterias que conviven con nosotros en nuestro cuerpo y cómo se vinculan con la salud y la enfermedad”, explica y agrega, en este sentido, que “se ha descubierto la relación que tiene nuestro intestino con nuestro sistema nervioso. Siempre todos hemos sentido “las mariposas en la panza” o salir corriendo al baño por una situación de estrés, un exámen, una entrevista de trabajo, lo que nos pasa emocionalmente repercute en el intestino. Esta conexión se está estudiando mucho, se han encontrado evidencias de que las bacterias de la microbiota están implicadas en el eje intestino-cerebro, de hecho, al intestino se lo llama “el segundo cerebro””.
Desde Fares Taie Biotecnología nos pueden ayudar a conocer el estado de esta microbiota, si está equilibrada, si tiene la diversidad necesaria para cumplir todas sus funciones, para luego hacer intervenciones nutricionales o de hábitos que nos ayuden a poder mejorarla y lograr un equilibrio, por lo tanto, un mejor bienestar.
Vale aclarar que “una persona que tiene síntomas gastrointestinales de cualquier tipo como dolor intestinal, cambios evacuatorios, etc, debe siempre concurrir a un médico para poder hacer los estudios correspondientes y hallar las causas, pero muchas veces sucede que nos vienen a ver porque los estudios les dan bien, el médico no encuentra ningún malestar, nos dicen “mi malestar es por estrés” o “me mandan a hacer terapia”, que está bien, pero un estudio de microbiota intestinal podría ayudar a saber si hay un desbalance en estas bacterias para dar un abordaje por la dieta o los hábitos. En esos casos se pueden contactar con nosotros y los asesoraremos”.
¿Qué debemos saber?
De modo general, la microbiota está constituida por los microorganismos que habitan nuestro cuerpo y conviven con nosotros. La mayor cantidad de éstos, principalmente bacterias, habitan en nuestro intestino, y se denominan “microbiota intestinal”, antes conocida como “flora intestinal”.
El colon (intestino grueso) alberga unos 100 billones de bacterias y más de 1.000 especies, que cumplen numerosas funciones beneficiosas, entre ellas la digestión de alimentos que nuestro organismo no puede procesar, la protección contra bacterias “malas” o patógenas, la síntesis de algunas vitaminas, el mantenimiento de la integridad de la mucosa intestinal y la regulación de la respuesta inmune, incluyendo la tolerancia oral a los alimentos.
La microbiota intestinal está determinada por los genes, el ambiente en que se vive y la alimentación. Si bien todas las personas compartimos una tercera parte de estas bacterias, se sabe que la composición de cada microbiota intestinal es única, y se modifica por distintos factores.
Ya desde el nacimiento, el tipo de parto por vía vaginal o por cesárea produce profundos cambios en la microbiota del bebé, siendo el parto vaginal el que da lugar a una microbiota intestinal más saludable en el recién nacido. El modo de alimentación en la primera infancia (leche materna, fórmulas infantiles e introducción de alimentos sólidos) es muy importante para la conformación de la microbiota. La leche materna contiene, además de los nutrientes, vitaminas y anticuerpos para el óptimo desarrollo del bebé, millones de bacterias “buenas” y oligosacáridos que son muy importantes para el establecimiento de una microbiota saludable, que se sabe protegerá al niño de enfermedades como diabetes, obesidad o alergias, no sólo durante la niñez sino a lo largo de toda su vida.
El consumo de antibióticos y otros fármacos, como antiácidos, impactan negativamente sobre las bacterias de la microbiota; en cuanto a los hábitos alimentarios, las dietas ricas en carne y grasa animal disminuyen la diversidad y calidad de la microbiota, mientras que dietas ricas en fibras impactan de manera positiva sobre estos parámetros; el entorno en que vivimos (naturaleza o grandes ciudades) y nuestro estilo de vida (actividad física, horas de sueño, estrés) influencian de manera positiva o negativa la composición y funciones de nuestra microbiota.
En los últimos años, se ha producido en todo el mundo un incremento de distintas patologías, englobadas dentro de las denominadas enfermedades crónicas no transmisibles (NCDs por sus siglas en inglés), entre ellas diabetes, obesidad, síndrome metabólico, intolerancias alimentarias, alergias, enfermedad cardiovascular y cáncer. Numerosos estudios han determinado que en estas NCDs se observan alteraciones de la microbiota intestinal, conocidas con el término de disbiosis. Curiosamente, la aparición y aumento de estas enfermedades se asocian también a factores de estilo de vida moderno que modifican nuestra microbiota intestinal, y que implican alteraciones en la salud digestiva.
¿Qué entendemos por salud digestiva?
Se puede considerar que tenemos una adecuada salud digestiva cuando nuestro sistema digestivo realiza bien el proceso de digestión, hay un correcto tránsito intestinal, sus defensas son adecuadas y existe una microbiota equilibrada.
En los últimos años se ha descubierto que existe una estrecha relación entre el cerebro y el intestino, el cual posee tal cantidad de células nerviosas (neuronas) que ha sido denominado el “segundo cerebro”. La microbiota intestinal es capaz de producir sustancias y neurotransmisores que permiten esta comunicación bidireccional. Por otra parte, en el intestino se halla el 70 % del sistema inmune del organismo (es decir de nuestro sistema de defensa), cuyas células también se comunican entre sí y con otras células intestinales, a través de moléculas producidas por las bacterias “buenas”.
Una buena salud digestiva entonces nos va a ayudar a tener un sistema inmunológico más fuerte, que nos protege frente a infecciones, enfermedades inflamatorias y autoinmunes, y va a contribuir además a mantener un adecuado equilibrio con nuestro cerebro. Toda esta comunicación está influenciada por la microbiota intestinal, que a su vez se modifica con la dieta.
MI y las distintas enfermedades
Existen evidencias científicas de la implicancia de la microbiota intestinal en el desarrollo de ciertas enfermedades digestivas, como enfermedad inflamatoria intestinal, síndrome de intestino irritable; en enfermedades metabólicas, como diabetes y obesidad, así como también en procesos de tipo maligno, como el cáncer colorrectal, el cáncer gástrico y el hepatocarcinoma.
También existen evidencias de alteraciones de la microbiota intestinal en muchas otras enfermedades, como alergias alimentarias, enfermedades autoinmunes e inclusive neurológicas, entre ellas enfermedad de Alzheimer, depresión y autismo, si bien aún son necesarios más estudios de investigación para determinar su implicancia en el desarrollo o la progresión de estas patologías.
¿Existen estudios de laboratorio para conocer nuestra microbiota intestinal? Actualmente podemos conocer su composición a través de estudios de secuenciación del ADN bacteriano, que se realizan en una pequeña muestra de heces, muy fácil de recolectar en la comodidad de nuestro hogar. A través de ellos, podemos conocer la diversidad, riqueza y balance de la microbiota, es decir qué tipo de bacterias y en qué cantidad están presentes, y conocer los principales tipos bacterianos asociados a la salud y la enfermedad. Esto permite realizar intervenciones a través de la dieta, los hábitos o el uso de probióticos, dirigidas a mejorar la composición de la microbiota y por ende nuestra salud intestinal y nuestro bienestar.
¡Cómo podemos cuidar nuestra salud digestiva?
- Comer despacio y masticar adecuadamente
- Mantener un horario y no saltearse comidas
- Consumir cereales integrales, legumbres, frutas y verduras. Son ricos en fibra, facilitan el tránsito intestinal y protegen a la microbiota intestinal
- Disminuir el consumo de azúcares refinados y grasas saturadas
- Beber entre 1,5 y 2 litros de agua por día
- Cuidar el estilo de vida haciendo ejercicio en forma regular, durmiendo bien y reduciendo el estrés
- Evitar consumir antibióticos sin prescripción médica y cuando no es necesario
Probióticos y prebióticos
La Organización Mundial de la Salud define a los probióticos como “organismos vivos, que cuando son administrados en cantidades adecuadas, producen beneficios en la salud”, y a los prebióticos como “sustratos que son fermentados en forma selectiva por la microbiota intestinal y que confieren beneficios a la salud”.
Los probióticos más conocidos y estudiados son cepas caracterizadas de lactobacilos y bifidobacterias, pero es muy importante tener en cuenta que los beneficios de los probióticos son específicos de cepa, y su uso para la prevención o tratamiento de una determinada patología debe estar avalado por al menos un ensayo clínico controlado. El o los organismos vivos que contiene un suplemento probiótico debe estar indicado en el producto (por ejemplo Lactobacillus reuteri DSM 17938 indica género, especie y cepa; ésto es como decir nombre, apellido y número de documento de ese microrganismo que va a ser consumido como probiótico).
Los prebióticos son sustancias, fundamentalmente hidratos de carbono complejos que son utilizados en forma diferencial por las bacterias “buenas” de nuestro intestino, generando productos y sustancias antiinflamatorias que mejoran la salud intestinal. Los prebióticos que consumimos primero en la vida son los oligosacáridos de la leche humana (HMO) que se encuentran en alta concentración en la leche materna. Además, los prebióticos se encuentran en la fibra dietaria, proveniente de frutas, vegetales, legumbres y cereales integrales.
Numerosos estudios de investigación han hallado beneficios en la salud con el uso de probióticos y prebióticos en enfermedades digestivas, metabólicas, genitourinarias, entre otras. En algunas de ellas hay evidencias concluyentes, mientras que en otras son necesarios más estudios para poder establecer recomendaciones para su utilización.