¿Qué es la procrastinación?
Procrastinar deriva del verbo latín “procrastiñare” que significa “postergar hasta mañana”, también está relacionado a la palabra griega “akrasia” que implica “hacer algo en contra de nuestro juicio”. Se puede notar que al menos desde la época de los griegos ya había personas que dejaban pendientes para después… Hoy en día, la procrastinación es un fenómeno muy típico, tanto que se considera un “mal moderno”.
Siguiendo a Piers Steel*, principal investigador en el mundo sobre el tema, la procrastinación consiste en “retrasar voluntariamente un curso de acción previsto a pesar de las consecuencias negativas que ello acarrea”. Es decir, la conducta procrastinadora implica aplazar una tarea que produce emociones displacenteras, por una actividad que parezca más agradable y resulta que esto ¡funciona!, ya que a corto plazo esa emoción displacentera queda “postergada” junto a la tarea. Pero… este retraso puede generar consecuencias negativas a largo plazo en ámbitos laborales, familiares, académicos, además de impactar en la salud mental, pudiendo aumentar el estrés, la frustración, los sentimientos de culpa, además de disminuir la motivación, entre otras implicancias.
¿Por qué procrastinamos?
Hay múltiples razones por las cuáles las personas procrastinan. Una de ellas está vinculada con el miedo a tener una “mala ejecución”, es decir, a que las cosas salgan mal o no sean “perfectas”. En otras palabras, la procrastinación puede estar vinculada a la tendencia al perfeccionismo o al miedo al fracaso.
Otra de las posibles causas tiene que ver con el miedo a experimentar emociones desagradables. Eduardo Keegan**, en este punto, mencionó que hay personas que procrastinan porque sienten que emprender las acciones que llevan a aquello que sueñan les genera ansiedad o vergüenza, como por ejemplo, invitar a alguien a salir, presentarse a un concurso/competencia o rendir un examen.
Otro de los posibles motivos de aplazar tareas está vinculado a sentirse abrumado, a ver que hay mucho trabajo o tareas por hacer y sentir que es demasiado, de modo que esta sensación de agobio y/o saturación genera emociones desagradables que pueden conducir a la procrastinación.
También suele estar asociada a una falla en la regulación del propio comportamiento y en la gestión del tiempo: la persona estima erróneamente el plazo que le demandará ejecutar una actividad.
“No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”
Veamos con qué estrategias podemos modificar el ambiente a nuestro favor…
En principio, puede ser útil realizar un listado de todas las actividades fijas u obligatorias (ir a la facultad, ir al gimnasio, pasear al perro), incluyendo sus horarios y ubicarlas en una agenda o calendario. Luego, hacer una lista de aquellas tareas pendientes para después ubicarlas en los espacios en blanco que quedaron en la agenda o calendario. Esto implicará un mejor manejo y organización del tiempo.
De igual forma, es necesario formular objetivos realistas y metas graduales, por ejemplo, no es lo mismo proponerse “el lunes estudiaré filosofía” a desglosarlo en: “el lunes leer el primer y segundo texto de filosofía a la mañana”, o “mañana tengo que limpiar mi casa” en contraposición a “mañana por la tarde limpiaré el sector del comedor”. Resulta útil segregar la tarea y/o actividad a realizar en múltiples pasos y planificar en qué momento realizar cada uno de ellos.
Es indispensable, también, modificar el contexto, es decir, generar estímulos que favorezcan la realización de las tareas, por ejemplo: que el espacio esté ordenado, realizar la tarea mientras “tomo unos mates”, etc., al mismo tiempo que eliminar estímulos que funcionan como obstáculo, principalmente las pantallas y redes sociales. Es aconsejable remover aquellos medios que actúan como distracción.
Puede resultar significativo, incluso, usar reforzadores o premios, dicho de otro modo, recompensarnos por completar tareas importantes. En concreto sería: primero se debe realizar aquella actividad que más genera dificultad, como estudiar filosofía y luego, puedo gratificarme a mí mismo mirando una serie o saliendo con mis amigos.
En suma, no debemos esperar estar motivados para actuar, ya que la motivación aumenta cuando uno comienza a hacer lo necesario para cumplir con un objetivo o actividad importante.
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*Piers Steel. Psicólogo canadiense, ha sido destacado por sus estudios acerca de la motivación y la procrastinación en la sociedad actual.
**Eduardo Keegan. Doctor en Psicología de la Universidad de Buenos Aires, profesor universitario y psicólogo clínico, es reconocido por su papel en el impulso de la Terapia Cognitiva en la Argentina.