
Soñar, junto con algunas prácticas espirituales y paseos locales, ha pasado a ser uno de los mejores antídotos para la variedad de sensaciones y sentimientos difíciles de metabolizar que produce el encierro y la falta de horizonte. Así que los invito a este paseo nada más y nada menos que por Italia.
Por la ventanilla se ven los dorados campos de trigo listos para cosechar que después se convertirán en el sello de esta vuelta. Estoy a punto de aterrizar en Fiumiccino, Roma. A lo lejos el mar. Bastante parecida la aproximación a la llegada a Mar del Plata, solo que más quebrada por las famosas colinas.
Es verano, la temperatura es alta pero la sonrisa y el burbujeo de la personalidad alegre de los italianos inmediatamente me instala en modo diversión y sensualidad, y me detengo a pensar ¡¡SON COMO NOSOTROS!!! La gente se mira. Especialmente los hombres te miran como con una profunda sabiduría del disfrute.
Me buscan mis primos y la felicidad es total. Vamos al EUR barrio en las afueras de Roma (sería como llegar a Vicente López). Todo el trayecto desde el aeropuerto es una belleza. Los suburbios llenos de casitas con huertas y flores desprolijas que exudan verano y siesta. Vuela un poco de tierra sienna y en la briza olorcito a pizza.
Llego a mi “guesthouse”. Son hotelitos que ocupan solo un apartamento grande dentro de un edificio y desde mi ventana veo las escalinatas eternas enmarcada por cipreses piramidales que conducen a una iglesia simple, coronada por una cúpula inmensa enclavada en una colina residencial con departamentos bajos de los años ´50; todo tiene una línea depurada y elegante pero hace calor, así que vamos a almorzar cruzando la calle a lo que parece parte de un parque. Pero ante mí se despliega una enorme piscina turquesa fresca y límpida que resulta ser pública. Pagamos nuestra entrada y almorzamos mirando un parque. A lo lejos, el museo Fendi. El famoso coliseo cuadrado, una belleza de mármol gigante. Esa noche comemos en el Trastevere en un restaurante pequeñeo llamado “Mani in Pasta” (La mano en la pasta). En italiano la pasta es también sinónimo de plata, dinero, guita. Y entre platitos de degustación que nos envía su chef, amigo de mi primo Giusse, nos enteramos de que este micro lugarcito es de un grupo de ex convictos que al salir de la cárcel deciden poner el lugar para mantener las manos en la “vera pata”, la pasta italiana, ¡delicia como pocas!
Al día siguiente, a caminar x Roma. Me es difícil mantener la boca cerrada porque no puedo llegar a cerrarla por lo que me produce la arquitectura de sus monumentos, sus calles de piedra, sus casas bajas con terrazas llenas de enredaderas como las escalinatas que conectan las distintas partes de la ciudad. La imponencia de su arquitectura, por algo TAN FAMOSA. Sus iglesias, castillos y ruinas, todo increíblemente bien mantenido por este pueblo de personalidad explosiva pero no por eso faltos de minuciosidad para cuidar lo que han construido por siglos, y esa cantidad de tiempo transcurrido se SIENTE al caminar, al mirar a los ojos ,comer y respirar.
Me quiero eternizar en este país que visito y descubro como una adicción buena, porque lo recorro todo lo que puedo, y si bien hay características comunes, cada región tiene su belleza, su clima y su encanto, y todo tiene además la intensidad y, como diría Charly, “la grasa de las capitales” un fondo de intensidad y tragedia que hace parte de su historia, que abrazada genera ese inconfundible sabor.
Soñar con sabor italiano tiene varios platos.