La enfermedad es una invitación del propio ser a encontrar la salud
Quiero comenzar esta columna, contandoles la apasionante historia del creador del Método Pilates, porque nos ilustra claramente, cómo desde la adversidad, el dolor y la enfermedad podemos transformar nuestra vida, y quizás también otorgar una herramienta valiosisima a la Humanidad.
Joseph Pilates nació el 9 de diciembre de 1883. A muy temprana edad él padeció asma, raquitismo y fiebre reumática, por lo que desarrolló una musculatura débil que derivó en alteraciones posturales y en anquilosis articular (disminución o imposibilidad de movimiento). Esto le llevó a estudiar el cuerpo humano, buscando la manera de fortalecerse mediante el ejercicio físico. El médico de la familia le regaló un viejo manual de anatomía y con él consiguió aprender todas las partes del cuerpo. También pasó mucho tiempo estudiando el movimiento de los animales, filosofías orientales y los métodos de entrenamiento de los antiguos griegos y romanos, a los que admiraba porque consideraba que habían conseguido el ideal de equilibrio entre el cuerpo, la mente y el espíritu. Así, practicó diversas disciplinas que influirían en su método de entrenamiento, como culturismo, lucha, yoga, taichí, meditación zen y gimnasia, a lo que sumó el estudio de la mecánica corporal y de la correcta respiración.
Fue tal su determinación para mejorar que a los catorce años, superadas sus enfermedades, comenzó a posar como modelo anatómico y con el tiempo se convirtió en un gran deportista, consiguiendo cierto éxito como boxeador y gimnasta y adquiriendo un buen nivel en natación, submarinismo y esquí.
Si bien a los 14 años de edad, habia encontrado las herramientas para su propia sanación, la historia continúa. Con el comienzo de la Primera Guerra Mundial, fue internado, debido a su nacionalidad alemana, en un campo de concentración. Allí se empeñó en adiestrar a los internos en lucha y defensa personal para mejorar su estado físico y comenzó a idear una serie de ejercicios especialmente diseñados para ser realizados en el reducido espacio del que disponían, lo que supuso un gran avance en el desarrollo de su método. Posteriormente fue trasladado a otro campo en la Isla de Man, donde trabajó como camillero en un hospital y comenzó a tratar a heridos de guerra, con su propio Método. Como a muchos de ellos, su estado de salud no les permitía levantarse de sus camas, montó sobre éstas un sistema de muelles en los que apoyaban las extremidades mientras se ejercitaban. Se dice que gracias a estos ejercicios ninguno de los internos sucumbió a la gran pandemia de gripe de 1918, en la que se estima que perecieron 200.000 ingleses.
La historia de esta personalidad excepcional, es mucho mas vasta e interesante que lo que podemos abordar en un sólo artículo, sin embargo, con estos fragmentos ya podemos dilucidar algunos puntos realmente significativos en cuanto a lo que él, como legado nos deja. La primera es poder ver mas alla de lo inmediato, ampliando la visión, para poder aceptar las invitaciones de la vida, a realizar una verdadera transformación que nos lleve a un mayor bienestar. La segunda es que esta transformación, esa mejoría que muchas veces buscamos en otres, está en nuestras propias manos (porque nadie puede hacerlo por nosotres). Y por último, me gustaria hacer hincapié en la importancia del trabajo con el propio cuerpx, pero también con la propia mente y la propia energía, en todo momento, y sobretodo en momentos clave que marcaran nuestra historia para siempre (como es el contexto de pandemia que vivimos a nivel mundial en la actualidad), para lo cual debemos tomar las riendas de la propia vida, siendo responsables y amorososxs con nosotres mismes, condiciones infaltables para el logro del éxito tan ansiado.